No suelo demorarme tanto para actualizar el blog. Han sido dos agitadas semanas. Mientras el Estado de Israel sigue machacando el Líbano, qué ilusión es ésta la de un verano en Valencia, un día precioso, una postal posible: un Levante tranquilo, cuyo mayor peligro, según los telediarios, son los bancos de medusas que persiguen a los bañistas. Hasta un abrazo parece absurdo. Pero no es absurdo. Y quizás ante el celofán envoltorio de un verano perfecto, un verdadero abrazo es trasgresión. Digo apretado, con afecto. He abrazado a
Juan Carlos Mestre, Alexandra Domínguez,
José-Miguel Ullán, y a otros amigos y amigas en Madrid. Estuve allí de paso para traer a Valencia al poeta
Javier Bello, amigo y casi hermano: sólo diré, entre otras cosas, que junto
Antonio Méndez Rubio nos bebimos un litro de horchata -la verdadera, de chufa, de la misma Alboraia- cada uno: Poesía y conversación hasta altas horas de la noche, más tarde, en la Malvarrosa. Manuel está de vacaciones. Estamos algo relajados, pero aún debo terminar una monografía para la asignatura "Cos i gènere en el discurs poètic contemporani". Analizaré el libro
Completa, de
Paula Ilabaca. Veremos como sale todo. Mientras tanto, los pirómanos incendian Galicia, las bombas caen sobre el Líbano, y las medusas siguen amenazando como si fuera culpa de ellas.
Pd. En la foto, junto a Javier Bello, estamos en Menecil, el nombre de Manises en árabe, al lado de la comparsa homónima.