No ha sido un año feliz para muchos, y no quiero decir con esto que yo no haya pasado momentos de verdadera felicidad. No se trata de ser aguafiestas, porque como dije el año pasado, la fiesta no niega ni narcotiza necesariamente lo verdadero. Lo que está pasando allá afuera. Quizás tengamos que hablar de fiestas y fiestas. O en cuál uno baila. También el año pasado recogí una frase de Walter Benjamin, quien decía que los surrealistas recogían la ebriedad necesaria para pavimentar la revolución. Esa ebriedad es la que me gusta, uno de los placeres que defiendo, y hacia la que me gustaría dirigirme un poquito más. Y otro poquito más, y otro. Me hago eco del saludo de la poeta
Alejandra del Río -a quien le envío un beso enorme y un abrazo-, y reproduzco el siguiente enlace que ella, a su vez, ha reproducido en su blog. Es un mensaje de la presa política
Patricia Troncoso. A ver si en esta tranquilidad anestesiante y "winner" del neoliberalismo económico y político chileno, -y también español- nos remecemos un poquito ante esta violencia escondida pero real y hacemos algo. Mientras tanto cumplo con difundir en la medida de mis posibilidades este urgente reclamo, y por ahora, intentaremos sobrevivir a este año que viene lo más consecuentes posible. Posible, digo, porque ellos quieren que seamos felices a su manera, con sus reglas, con sus códigos, y si ante toda la miseria cabe la posibilidad de celebrar algo, ellos, los otros, no sabrán que nuestra resistencia será en ser felices a la manera que hemos escogido. Y que les jode.