Wednesday, November 19, 2008

Ya lo sé. He tardado mucho en actualizar el blog, sobre todo porque llega un momento en que uno se pregunta si esta autoimpuesta tarea de tener que contar algo no termina siendo otro ritual más, otra monotonía que termina acostumbrando la mirada y las expectativas, y por lo tanto, haciéndose innecesaria. Digo esto, considerando que el despiste me come, y que, venciéndolo, intento en realidad ser respetuoso con el impulso original de hace ya unos años de mantener un hilo dialógico con otros y otras, amigos, poéticas, discursos, políticas. Me da sana envidia ver a mis compañeros y compañeras de letras y armas (cliché que se me perdona sólo por el cariño muchas veces inconfeso que les tengo) cómo con disciplina y constancia suben informaciones de todo tipo en sus bitácoras (las pueden leer en el apartado de links). Muchas cosas han pasado entre tanto. Ganó Obama, como si las cosas con él fueran a cambiar sustantivamente, y todos hacen sus cábalas. La crisis es la palabra más pronunciada, y palabra pronunciada es igual a realidad vivida, y así estamos, mirándonos al ombliguito, asustados, chuchurríos, por nuestro hecatombe local y occidental, mientras se invisibilizan, aún más, las otras crisis que siempre han existido, pero como ya se sabe: si le duele la barriga al rey, sólo importa que le duela la barriga al rey. Por otra parte, puedo decir que he estado leyendo mucha poesía: ya se sabe, en tiempo de hambre se escribe más. Y no sé si eso es de verdad bueno (lo de estas florecientes escrituras), pero lo que sí puedo decir es que mucha de la que ha llegado a mis manos me ha sorprendido. Poesía que sorprende ya es mucho pedir, dada la oferta que aparece en los escaparates. Primero, dos libros del mismo color: La Taberna Roja, de Enrique Falcón, y la Casa Roja de Juan Carlos Mestre. El primero, directo al hueso y a la vena, y el segundo alucinante. Rocío Cerón me envió Imperio, un libro que dará mucho qué hablar y que he gozado. Creo que en Razón de Más de Antonio Méndez Rubio, le reconozco algunos de los mejores textos que le he leído. Pese a que no ha tenido muy buena crítica por parte de los chicos /as de Adisson –en mi opinión, la mejor crítica literaria que se hace en España sobre lo que se publica en la península– estoy “rayao” con el libro de Saul Williams, Los Manuscritos de un EMCEE muerto. Natan Zach, con su Continente perdido, me deja en momentos patidifuso, y en otros “flipando”. Y así. Y así. Cosas para contar: días atrás, Quique Falcón, Víktor Gómez y yo fuimos a recitar nuestros poemas a un instituto de secundaria. Pensábamos que los chavales y chavalas bostezarían y les daría exactamente lo mismo nuestra lectura. Al contrario, los profesores de lengua y literatura estaban sorprendidos de la atención que nos dieron, y nosotros mismos pudimos también sentirnos acogidos ante la cantidad de preguntas que nos hicieron, y el interés que manifestaron. Para que no se diga después que –independientemente que hayamos idos nosotros– no hay interés en la juventud por la poesía.

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pd. El de arriba es el símbolo kanji de la crisis.