Wednesday, January 04, 2006
Cambio de año para beneficio de quién. Supongo, que del calendario, la útil (o inútil) manera de calcular las estaciones, los fines de mes, los cumpleaños, en una fetichización extrema que cosifica los días y los periodos de la naturaleza para que funcione la maquinaria. Asumir el ritual de la muerte, el duelo y el nacimiento, la víspera y la epifanía, se transforma en un simulacro o ilusión vital que nos permite seguir funcionando, participando en la negociación de la realidad, una moneda de realidad para ti, cuatro monedas de realidad para mí. Con Manuel hemos cedido en participar de la cena celebratoria con su familia. Más tranquila y silenciosa que otros años, transcurrió entre costillas y papas, gulas y champiñones al ajo, cava catalán y abrazos automatizados por la cuenta regresiva del televisor. Luego, partimos a donde Santy para continuar con el ritual motor de lo que comienza, oscuros en el coche buscando la dirección de un pueblo cercano. Allí nos esperarían amigos de los amigos, incluyéndonos en el espacio del aburrimiento y del desarraigo, cantando como marionetas frente al televisor con el karaoke, metáfora de la realidad según anunció Antonio Méndez en uno de sus artículos más lúcidos. ¿Qué hacíamos allí, cantando viejas canciones de los ochentas, chapurreando el inglés, como si sólo importara la melodía, el hecho de tener un micrófono en la mano? Manuel estaba con resfrío y su nariz y nuestra paciencia no pudieron más y nos despedimos de ese corro de ludo-tecnoadictos -dos de entre diez sólo era amigos nuestros- y regresamos al Manises de las primeras horas de enero. A Dylan Thomas no se le va el celo. Parece que tendrá que ser un eunuco.
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