Wednesday, June 18, 2008


Memoria

Perderás la memoria. La sinusitis acumulará
su capital en tu frente. Y te hará olvidar
la mansedumbre, nudos oscuros en las paredes
de madera, la vergüenza de un niño –se ha pintado
las uñas con el esmalte: se lo ha hurtado a su hermana.
No hay belleza igual. En sus dedos, estrellas.
Pero se esconde, lo sorprenden –llora– se amaga
entre saltamontes; raspa la pintura con un clavo
insertado en una teja. Estornudarás y la luz
saldrá de tus ojos. La memoria, una perra pequinesa
enterrada bajo el alerce. Dónde están
los muchachitos rubios, hijos de terratenientes,
que dicen, cholo, hueles a humo. Dónde están
los muchachitos rubios, sus rabos magníficos,
la competencia, la ganancia. Hueles a humo,
decían untando mantequilla en su pelo. Las rosas
se pudrieron en el jarrón, la leña verde es una letra.

Fantasmas sobre el techo de zinc. Hacer un poema
de niñez. Un cuento, pequeño burgués, creíste
la ilusión del Principito: ¿Cómo puedo verlo?:
dibújalo en el vidrio, piensa en él y aparecerá.
Así dijo tu madre, mientras su vestido con flores
anunciaba la primavera. Hacía frío. La rabia
olía en tu sien como si se ahumara un muerto.
Hay un muerto colgando del ciprés. Las gallinas
formularon una pregunta. De las nubes cayeron
manzanas pequeñas, del tamaño de los oscuros
peces del Pacífico. Espérate: te dormirás;
te veremos acurrucarte entre las enredaderas
secas de los porotos, tallos retorcidos como incógnitas.
Hazte un hueco entre ellos, dijeron las aves,
sonámbulas sobre un palo manchado de guano.
Eran la única verdad, primas del diablo y de una chica
que hierve ortigas para reducir el viento.

Fantasmas sobre el techo de zinc. Tu padre sabe
lo que es un maleficio. Guiñó un ojo y a la ciudadana
la atropelló una citroneta (quedó coja). Ese mal
es parecido a escribir. Produce cosas: sedimenta
en el vacío. Hay gente con tisis por sólo leer.
El niño se pone un vestido rosa: gira –es un Derviche–
como un trompo; los desaparecidos lo cogen
en la mano. Tienen celos. Lo insultan. Escupen
sobre otros niños que no saben. Llámale genio
encerrado en el volcán, golpe de maestra
al parvulito moreno. Llámale, Deutsche Schule,
o méate en el lago, junto a todos nosotros,
solos, mudos, poniéndonos colas de zorro en la cabeza,
flores secas de la traición. La traición:
recordar la bienaventuranza. Te dijeron: no olvides
las piedras redondas al interior de tu nariz. Pero afuera
mataban a gente. La verdadera memoria
es aquélla o no es aquélla, porque tosías
y tus hermanos cantaban, el sonido de un cassette,
el micrófono espléndido de un cepillo. La música,
mariposas, cantáridas, crustáceos de agua dulce
que no dejan flotar a los ahogados. Llámale
puerto si quieres, llámale faro a lo que otros llaman
sencillamente miedo; llámale miedo a lo que crees
como el sol, tornasolado penacho del colibrí,
ciruelillos de septiembre, lagos grandes
como botellas rotas contra la verdad, la violencia
de no ver todo, el daño de palpar algo invisible.


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Inédito. La foto es de Puerto Varas.