Friday, February 24, 2006



Otra foto llena de oxígeno, gracias a la cámara del poeta Diego Brand. Es Puerto Varas. No sé si a estas alturas uno puede reconocer nacionalismos, esas raras y fantasmagóricas pertenencias a comunidades imaginadas, como si uno tuviera que defender a capa y espada esas señales de identidad y de adhesión: creer, casi convenciéndose del todo, de que el lugar de nacimiento o de crecimiento es una empresa de la cual uno es accionista. Ya no sé qué significa ser portovarino, como tampoco el hecho especialmente biográfico de pertenecer a la tierra, del mismo modo que se tratara de un título nobiliario. Pero la foto en sí es extraña: sólo se adivina la disposición de la ciudad por efectos colaterales. Un poste. El cableado. La calle. Un sendero, ruta alternativa que, junto al bosquecillo, recuerdo con especial emoción. Se puede deducir: fue tomada desde una ventana. Quizás necesitaba recordarla -en esa dinámica de la que uno nunca está libre: la dosificada melancolía de, en algún momento, mirar al pasado- así, sin su transformación planificada en postal. Me refiero a su mutación en pastiche; el Sur proyectado por políticas locales y estatales, manteniendo y reproduciendo las aún vigentes estrategias de dominación que, a fines del s XIX, la bautizaron. Hablo de la creencia de que la ciudad se levantó -y sigue levantándose- gracias a una élite cuyo "origen" foráneo, hizo mediante la colonización una proyección idílica en el territorio chileno de otro territorio abandonado y mejor. Intenta, aun hoy, reconocerse así: una ciudad pujante, turística, emprendedora, europea. Ese deseo disfraza, más bien, la confección de un simulacro, un fetiche que permite activar los mecanismos que modelan la realidad y quienes se adscriben a ella (cosa que sucede, al fin de cuentas, en cualquiera de nuestras urbes y pueblos), para así justificar una vida, un orden. En otras palabras, las condiciones de existencia en un escenario que el sujeto acepta, que produce y lo produce: asemeja, para mi lectura, una ciudad- kuchen; ciudad de mazapán. Copia feliz del edén de un ideal prusiano de obediencia, de desarrollo, de canon, de diferencia ejemplar. Sin mestizaje. Sin pobres, lo que en esta localización significó durante un tiempo ser chileno. O ser indio. Y prefiero recordarla así: el volcán Calbuco -feo, defectuoso, chueco- más que el Osorno, siempre perfecto, como el sombrero de un mariscal alemán: prefiero recordar el lago mejor buceando, el verde cada vez más escaso, un muelle roto como una escultura fiel de lo que es Puerto Varas: algo que verdaderamente no está.

Friday, February 17, 2006

Es imposible no hundirse en ellos: quizás es la trampa de caminar sobre el agua. Si uno se fija bien, puede encontrar formas míticas, arquetipos o figuras como las del test de Rorschach, en la que el lector interpreta, se interpreta y se proyecta. ¿Cómo se llama aquella mancia de adivinar el porvenir por los ojos?. ¿Existe? Nada malo puede suceder en la medida que los suyos apaciguan las formas duras, los días angulosos llenos de poliedros. Creo que se puede adivinar la cámara de quien toma la foto, una pequeña oscuridad casi al centro del centro: hay un leve rectángulo, un huso luminoso y blanco como si fuera el negativo de la pupila de un gato. Quizás la evidencia suya y mía de que lo somos.

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Me fijaba que casi todas las imágenes que subo son algo agorafóbicas. Espacios cerrados. Herméticos. Como si estuvieran tomadas desde el interior de un cuerpo, en la fisiología más o menos secreta de una casa. La explicación es que paso mucho tiempo dentro. Lo que no significa que no salga y como dice un amigo poeta: VEA. Quizás faltaba un poco de aire, y por eso he salido al balcón, y he sacado esta foto de la esquina. Seis autos, siete árboles podados. Dos balcones, tres puertas, un letrero que dice: Horno Ramos Bollería. Quince ventanas. Una chimenea. Una antena. Dos calles. Un tacho de la basura. Y el cielo. Desde luego, hay muchas cosas allá afuera más de que lo que se ve en la foto. Esta obviedad no es gratuita ni innocente.

Friday, February 10, 2006



¿Qué significa un chico de cerámica con una mariposa en la mano? Verdaderamente, el regalo de una de las primas de Manuel llama la atención dentro de su aparente inocencia, su reproducción mágica en todas las estanterías de las casas, como si fuera imposible liberarse de un muchacho como ése, o una pastora, o un payaso de porcelana con la cara triste. Se trata de una vibrante cursilería que está allí, formándonos a todos, siendo parte de nuestra subjetividad, completamente asumidos a encontrarnos tarde o temprano con un personaje así, en el verano imaginario de la superficie, ante un Mississippi que no está. Bucólico. Inocente. No le acompaña el color ciruelo del escritorio. Parece totalmente concentrado en su mariposa. Parece Tom Sawyer. Me gustaría saber lo que pensaba la prima cuando lo compró. ¿Qué le regalamos a estos chicos? Pareciera que debajo del regalo hay una fina ironía. Algo así como ¿qué podría desear una pareja de homosexuales recién casados? Y pareciera que la respuesta cae por su peso. Un chico. Una mariposa. Los dos pendientes uno del otro en la biblioteca, quizás dando ese toque almibarado entre la intelectualidad pujante de los serios y densos tomos de la estantería.

Wednesday, February 01, 2006


LA NOVIA DE DYLAN THOMAS

No sabemos su verdadero nombre. La llamaremos provisionalmente Dana, mientras la vecina no nos dé más señas. Junto a Dylan Thomas, protagonizó una de las más intensas y tristes historias de amor gatuna ocurrida en las terrazas aledañas del barrio. Este blog surgió con una pequeña crónica sobre los celos de Dylan y sus coqueteos a través del agujero de la terraza. Ante el peligro del reclamo generalizado de los vecinos por los intensos, agudos y desvariados maullidos del enamorado Romeo, tuvimos que castrarlo. Sólo ahora, despojado ya el poeta de su joyel, y luego de varios días de tranquilidad, hemos podido descubrirla a ella, a Dana, la gata más bonita del barrio. Delgada, fina, con una zarpa ágil que abofetea el hociquillo del gato-eunuco, no se cree que éste hoy día sólo pretenda hablar con ella acerca de su reciente mutilación, del frío, de los días, de los ratones que no se soman, del sueño, del juego, de la comida, de sus "criados" -los dueños-. En fin, cosas de gatos. Esos temas, por ahora, a ella no le interesan precisamente... Esta foto es cuando la descubrí asomada, triste, desengañada, por la nueva condición del ya asumido ex-novio.